Me encuentro en una fase de cocina que tengo a mi madre hablando sola por las esquinas, que Juan cocina y come legumbres como las lentejas y los garbanzos, no le encaja a nadie que me conozca de verdad.  Para que conste en acta, no soy un tiquismiquis, pero las legumbres me caen fatal al estómago y huyo de ellas aunque me gusten. Decir que no a una fabada es muy duro y aunque sea el plato emblemático de mi región, comerla está en el mismo plano de exclusividad que unas angulas o caviar Beluga.

Una vez más el poder del blog y la autopresión a la que me someto, rompe cordones sanitarios, ahora que tan de moda está esta expresión. No puedo reflejar mis frustraciones en mis lectores y si he superado la fobia a los postres, ya era hora de trabajar con más ahincó alguna legumbre, porque ideas…